Tras la aventura del surrealista Palacio Creagh

Tras la aventura del surrealista Palacio Creagh

Por Daniel Ross Dieguez.

danielrossdieguezcuba@gmail.com

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La presilla del cemí

Escuché de esa majestuosa construcción del arquitecto guantanamero José Leticio Salcines, El palacio de los Creagh o conocida por algunos como el Palacio de Casiseis. Muchos me decían que tenía un parentesco con el Palacio Salcines, construcción en cuya cúpula se alza la Fama, símbolo de la ciudad de Guantánamo – Cuba. Solo que me pareció un surrealismo, asimilar el hecho de que tan brillante palacio estuviese construido a la orilla de un cañaveral, en un monte llamado Casiseis y ser además erigido en 1924.

Solo tenía esta imagen del Palacio, que encontré en un libro y posteriormente digitalicé.

Esperando encontrar algo similar a la estructura de la foto me lancé a la aventura. Inicié la travesía junto a mi colega de aventura Amaranto Ramos hasta el central del poblado de Cecilia, cercano a la ciudad y de allí atravesaría montes y cañaverales para llegar hasta ella. Al llegar nos encontramos con muchas construcciones de más de 2 siglos aun en pie.

Esta casa a mi espalda era de una familia rica que invertía en el central, en tiempos de la colonia. Antes de creada la ciudad de Guantánamo, los poblados más acaudalados tenían vida en los alrededores de los centrales. Ha sido reparada varias veces por los diversos dueños que la habitaron. Según los pobladores la edificación data a principios del 1800.

Casi intacta, se conserva esta torre construida por los americanos en las inmediaciones del central y cuenta con más de 130 escalones para subirlas.

Casi a 1 Kilómetro más adelante aún quedaba en pie un tanque de agua que en sus tiempos daba abasto al poblado. Lamentablemente en una ordenanza por destruir los dijes de las construcciones americanas, conllevó a su total deterioro, pues al extirparle el letrero de la fecha de construido y la compañía quedó perforado e inutilizable.

Aun bombea agua al fondo de este, como indica la foto que le hice, pero solo cae en su fondo lleno de helechos y enredaderas y luego al vacío.

A unos 6 Kilómetros de camino el paisaje y los animales transmitían total alegría y libertad en su pastar o en sus recorridos.

Abundaban las palmeras de donde se saca el yarey para hacer sombreros y bolsos tradicionales en los campos cubanos.

Empezaba a verse el primer cañaveral y mi lengua me insinuaba sobre probar jugo de caña.

Había donde descansar en la travesía pero la meta de encontrar el palacio Creagh era más grande que los más de 15 kilómetros que llevaba.

Las aves abundaban a la orilla del camino cerca de los poblados que aparecían, así como otros que se asomaban.

A más de 22 Kilómetros, bajo el intenso sol del mediodía y sin descanso, el cuerpo me pedía ser una locomotora y marchar por estas vías hasta los Km que me faltaban. La caminata se hacía insoportable. En varias ocasiones asalte otros cañaverales para comer caña.

Para aliviar la trayectoria faltante pensaba en las fotos sobre El Palacio de los Creagh, publicadas el mismo año en que nací en el periódico Venceremos de la ciudad y la idea de encontrarlo me dinamizaba más el paso.

Encontré datos del Palacio de los Creagh en diversas entrevistas a personalidades guantanameras que lo vieron en los años 90 y saqué la mejor foto de este que estaba diminuta en un libro de arquitectura bilingüe y la arreglé en Adobe Photoshop. Aquí el resultado final…

La verdad que la belleza del palacio impresiona y más en medio de un monte sin electricidad, ni construcción por los alrededores. La construcción se alzaba en medio de una tupida y violenta vegetación, sin más medios de transportes que carretas o trenes, porque cerca de la zona no hay carreteras y la vía de ferrocarril más cercana se encuentra a poco más de un kilómetro de distancia de la construcción

Es un surrealismo guantanamero que me latía conocer.

En la monumental construcción, una de más importantes de José Leticio Salcines, el arquitecto juntó varios estilos arquitectónicos y técnicas como la pintura y la escultura. Hormigón armado, decorados con pilastras y molduras de remate en los arcos y los vanos rectangulares, así como un decorado de diversas losas en los zócalos de las paredes de mampostería  formaban parte de la obra.

Negado a entender que tal maravilla podría estar maltratada por el paso del tiempo y el canibalismo de los nativos de la zona, a casi un siglo de construida, me aventuré a encontrarme en un palacio que ya consideraba la obra más importante por encima de las que he visto en la provincia. Solo por la ubicación merece mi respeto y por los interiores decorados por elementos mozárabes y de orden clásico.

Nos topamos un tanque americano de la época que es el elemento que distingue al pueblo de casiseis. Supimos que casi estábamos cerca del objetivo.

Es un surrealismo guantanamero que me latía conocer.

Entre cañaverales y decididamente perdidos, caminamos hasta un río cercano llamado: La Isabel y lo primero que vimos fue una represa.

Me conmovió encontrar semejante cimentación. Pertenecía a los Creagh según mis investigaciones. Pues fue construida en 1915 cuando se edificaba el Palacio. La casualidad más grande de este viaje fue saber después, por investigaciones, que lo realicé a 100 años de su construcción.

En aquella época la represa contaba con truchas que encargaba su dueño: Bernardino Creagh Leguén, traídas de todas partes del mundo según la entrevista al Periódico Venceremos del martes 18 de noviembre de 1986 de: Jorge Creagh Porto, familia y propietario de esas tierras.

Posteriores investigaciones me asombraron más, al saber por historiadores que no solo era represa sino que era una hidroeléctrica cercana al Palacio que proporcionada corriente eléctrica a este desde su inicio.

Era toda una novedad, muy fuerte para entender como en el medio de la nada en 1924 había tanto avance y tanta inversión en un lugar de visita para los fines de semana de la familia Creagh.

Llegó el momento de ver por fin El Palacio de los Creagh. Solo era subir las escaleras de la represa y me lo encontraría.

Mi momento de máxima emoción había llegado.

Perdón que parece que mi cámara y mis ojos se han equivocado. Espero una imagen así. Como esta:

Me niego a entender.

No podía creer esto.

Me costaba entender como los pobladores habían acabado con esto. Cómo algunos cortes de precisión claramente hechos con un cincel habían acabado con uno de los más grandes patrimonios de la arquitectura guantanamera, de cerca de un siglo de existencia.

El total abandono de instituciones que preservan el patrimonio estaba claramente presente. Esta construcción a nadie le importó nunca, como las respuestas que me dieron los responsable de patrimonio al decirme que aunque era una obra de Salcines pues ellos solo atendían las obras patrimoniales de la ciudad de Guantánamo.

Lejos del formalismo y la autoridad liberal de decir los principios que mido en mi blog, solo tenía ganas en ese momento de gritarles a los que ven esto y no hacen nada:

Era penoso ver una joya arquitectónica como esa en el suelo, profanada y lo peor, olvidada.

La punta de la cúpula del Palacio fue traída desde España y fue ensamblada en la misma construcción. Fue despiadado ver los restos de profanación de esta.

Esto era lo que esperaba encontrar…

Gracias al abandono, a la despreocupación, a la indolencia… así quedó este monumento arquitectónico. Destruido y borrado de los patrimonios de Guantánamo:

Daniel Ross Dieguez en La presilla del Cemí

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